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Bosque Pétreo o la piel cuarteada del tiempo
lunes, 24 septiembre 2018 2020

Bosque Pétreo o la piel cuarteada del tiempo

La montaña se abre en canal a través de un túnel que parece sacado de una novela de Ernesto Sábato, se siente la humedad, el agua derramándose por la bóveda, el repiqueteo de las gotas en el suelo, la oscuridad y el silencio; al final un fogonazo de luz y aparece como una ilusión óptica, Castellote.
Custodiada por los restos de un antiguo castillo templario, se agarra a la ladera de un roquedal desafiando la ley de la gravedad,  demostrando ser un precioso ejemplo de arquitectura popular integrada en las aristas de la piedra con pragmatismo y voluntad.
En ese momento una mirada alrededor es suficiente, se puede decir que descifrar el entorno que habitamos  se convierte en un desafío apasionante, entender el espacio por el que transitamos es comprender un fascinante lenguaje nuevo sobre el que van nuestros pasos. Así, el viajero que se adentra en esta localidad y en su entorno, en la Comarca del Maestrazgo, descubre de golpe un lugar de perfiles geológicos violentos y hermosos, un sinfín de rocas que se retuercen como epidermis sarmentosas en las que los desfiladeros aguardan al visitante en cada esquina con sus recónditos paisajes secretos; salvaguardados por las cabras monteses que patrullan sus dominios desde las alturas. Es en ese enclave legendario, donde los dinosaurios y el hábitat en el que vivieron han quedado grabados en la memoria de la Tierra como fotogramas de un sueño.

Bosque Pétreo

Acceder a la sede de Dinópolis en Castellote, se convierte en una brújula imprescindible para los enamorados de los enigmas de la historia que nos llevan hoy a comprender mejor quiénes somos, cómo somos y de dónde venimos. La Paleogeografía es el concepto científico sobre la que se sustenta este centro, un mapa que nos conduce con precisión por las arterias de información que comunican el pasado y el presente, con la vegetación como protagonista, y donde no se olvida la huella de los grandes saurios por esta zona, resaltando la hegemonía de los Iguanodones, esas “Iguanas Gigantes” que sin duda paseaban su poder intimidatorio en manadas pacíficas. 
La visita se inicia con un breve documental que atrapa al turista desde el primer momento, y le sirve como hilo conductor para acceder a un espacio estructurado en torno a la naturaleza, donde conviven la flora y la fauna en una perfecta armonía.  Desde el primer momento se respira un absoluto respeto por el medio ambiente, y mediante una serie de paneles y pequeñas cápsulas acristaladas, con muestras de los hallazgos más interesantes llevados a cabo por los paleontólogos de la Fundación Dinópolis, se aprende de manera sencilla, cómo las plantas poco a poco, a su ritmo, conquistaron el planeta, y que son muy valiosos para interpretar cómo era el clima, y de alguna manera entender el porqué de los actuales ecosistemas terrestres. Destaca por su interés  una composición de troncos del Cretácico, hallados en buena medida gracias a la actividad minera de la zona; tienen más de 100 millones de años de antigüedad y se descubrieron en las minas de carbón de Estercuel. Además hay otras referencias sobresalientes que nos trasportan al valle del Río Martín, donde aparece uno de los yacimientos paleobotánicos más importantes del Cretácico en España, con 110 millones de años, y que cuenta con alguna de las plantas primitivas más antiguas del planeta.
Y si algo impacta a primera vista en este espacio, es la majestuosa figura de un Iguanodon, que domina todo, y que aparece con un relieve colosal que nos hace soñar con los mitos de la antigüedad; podría ser perfectamente el prodigioso Unicornio. Tal vez cuando Gideon Mantell descubrió el primero en 1825 en Inglaterra, y después Richard Owen hizo una primera reconstrucción para una exposición celebrada en Londres en 1854, creían que lo habían encontrado. Desde su atalaya contempla al visitante que queda impresionado por su estampa, trasmite fuerza y fiereza, aunque en realidad,  si nos fijamos en una versión más próxima a la realidad, se ve que lo que esta especie emanaba era calma. En las vitrinas descubrimos maravillados, las piezas originales de vértebras encontradas en Utrillas o Castellote. En este hábitat que se reproduce en los murales de las paredes del recinto, se recrea una atmósfera que conecta al visitante con la Tierra, y se puede sentir su arrullo y su cobijo milenario.

El Puente de Fonseca, la Ermita del Llovedor y el “Puente del Gigante”

Entonces subimos por las calles empinadas de Castellote buscando las últimas respuestas antes de marcharnos definitivamente, y llegamos arriba trasfigurados, de golpe una panorámica excepcional nos recibe. Respiramos con profundidad y a lo lejos sentimos el influjo de las aguas color turquesa del Pantano de Santolea y del río Guadalope que lo nutre, y lo podemos imaginar atravesando estos parajes con el ímpetu de un ciclón, esculpiendo a dentelladas rincones fascinantes como el Monumento Natural “El Puente de Fonseca”, donde la percusión del agua y la roca crean una turbadora sinfonía. Una ruta perfecta para senderistas intrépidos que parte de la cercana localidad de La Algecira y te lleva hasta esta original formación fluvio-kárstica en forma de puente, y junto al que como un regalo que completa este singular itinerario se pueden visitar varias pinturas rupestres de gran valor histórico.

Y coronado Castellote, en ese lugar donde la población queda a nuestros pies como un tapiz ajedrezado, arranca una senda de tierra, un pequeño recorrido que en ocasiones aparece asomado al abismo como si fuese la pasarela del vértigo, y desde ahí, la fuerza telúrica del paisaje no deja de absorbernos; y como una epifanía, la mística en su esplendor cristaliza en la Ermita del Llovedor, que abraza en su interior a la Virgen del Agua entre inmensos peñascos, y que debe su nombre a la surgencia de agua sobre la que se asienta.


Pero el camino sigue y nos lleva a dos murallones enfrentados, levantamos la vista y observamos como un arco de grandes dimensiones los une, los acerca, es parte de un ingenio hidráulico conocido como el Acueducto de las Lomas, también llamado popularmente el “Puente del Gigante o Puerta del Gigante”. Estamos debajo, nos contemplan 14 metros y varios siglos. Es el momento de pensar en la vuelta, y tal vez en a qué clase de gigantes se referirá esta canalización; quizá en cualquier momento una estampida de Iguanodones nos haga salir de esta ensoñación y nos haga correr a grandes zancadas.
Volvemos al punto de fuga, salimos del túnel, somos conscientes de que hemos regresado de una fascinante travesía en el tiempo; se cierra una puerta cuántica, a lo lejos va quedando el crujido de los árboles, de las plantas y las imaginarias pisadas arrolladoras de los Iguanodones.

(Foto Comarca del Maestrazgo)

Las Grutas de Cristal de Molinos

Y es verdad que en la escapada siempre hay un momento que volvemos la vista atrás, para ver si nos persiguen, y es entonces cuando podemos convertirnos en estatua de sal como la mujer de Loth. Pero cómo no mirar de nuevo al corazón de la montaña, cómo no introducir los ojos en el horizonte pétreo, cómo no admirar el Monumento Natural de las Grutas de Cristal, antes del adiós, porque si hay una cavidad donde los cuentos de las Mil y Una Noches parecen posibles, es aquí. Formaciones oníricas que invitan a la reflexión, a la profundidad de ideas y a la contemplación, un paraíso subterráneo que enamora a primera vista.

(Foto Comarca del Maestrazgo)

Salimos transformados de esta experiencia en Castellote y su entorno, la relatividad del tiempo nos ha ayudado a entender que la flora y la fauna está en el origen de la vida, el camino seguirá, pero como diría el poeta, “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, el hechizo de Bosque Pétreo, y en definitiva, de la naturaleza, nos ha cambiado para siempre.

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