Mar Nummus, la conquista de las corrientes submarinas del pasado

Mar Nummus, la conquista de las corrientes submarinas del pasado

“Cuando inicies tu viaje a Ítaca, /ruega que el camino sea largo, /lleno de aventuras, lleno de conocimiento”, como ya escribió el poeta Kostantin Kavafis. 

Si pensamos en Albarracín, quizá soñemos estar más cerca de la mítica ciudad de Ítaca, y hasta llegar a descubrirla, habrá que vivir aventuras que nos cambiarán la vida para siempre.
Volviendo la vista atrás en el tiempo, no nos podemos imaginar que su impresionante estampa, encaramada en un colosal peñón, pudieran ser hace millones de años un inmenso mar. En esa época no existía el pintoresco entramado urbano con el yeso rojizo que la caracteriza hoy, ni su inexpugnable recinto amurallado, ni su ubicación colgada de las alturas, que de alguna manera hacen de su imagen un icono de referencia en España por su belleza, ni esas calles dibujadas en arabesco sobre el pavimento, ni las enigmáticas plazas que aparecen y desaparecen como fascinantes ágoras, ni las místicas iglesias sacadas del ingenio de artesanos visionarios que lucen como hermosos mascarones de proa de la historia, ni los edificios bañados en yeso color rubí, piedras preciosas que dan calidez y acarician la mirada del turista, ni siquiera el  arco de ballesta machadiano que dibuja el Guadalaviar a su paso por las faldas de la localidad. Antes de todo eso, el Mar de Tethys fue una luminosa lámina de agua que cubrió hace millones de años el territorio donde hoy se levanta la escarpada Sierra de Albarracín, un extraordinario mar en el que distintas especies de fabulosos y temibles reptiles marinos, hicieron de esta preciosa región su territorio. 
Cabe recordar que  esas aguas, esos oleajes, que hoy son un recuerdo grabado en piedra, fueron los precursores del actual Mediterráneo; así toda el área de la Sierra de Albarracín es un auténtico mapa del pasado, en el que los paleontólogos de la Fundación Dinópolis han jugado un papel fundamental para la  recuperación y puesta en valor de piezas que como la Piedra Roseta, han sido capitales para descifrar algunos de los más misteriosos enigmas acuáticos del pasado; y no han estado solos, han contado con la colaboración de los habitantes de la Comarca de Albarracín, que han sido de gran ayuda en el descubrimiento de los afloramientos.


Pero como decía el poema, el camino a Ítaca es largo y está salpicado de lugares singulares que merece la pena visitar.

Barranco de los Burros
En una vereda que arranca desde la población de Gea de Albarracín, se puede llegar a un rincón increíble, el conocido como “Barranco de los Burros”. Oculto entre anaranjadas paredes verticales aparece como una humilde proyección turolense de Petra, un enclave de una indudable fuerza telúrica en el que conviven la historia y la geología en una estremecedora coreografía de formas y colores. Galerías de época romana, esculpidas en la roca con talento y paciencia que se asoman a un arco de herradura y se enfrentan a otras galerías en un sobrecogedor juego de espejos, luces y sombras que crean un escenario único. Un asombroso ingenio hidráulico que se sobrepone a todos los accidentes geográficos para completar una misión ya olvidada pero que unió Albarracín y Cella y sirvió para tejer una red hídrica capaz de cohesionar a dos localidades tan importantes como eran éstas en la antigüedad en la región y abastecer a sus campos y personas.

Castillo de Santa Croche
Y siguiendo el camino que lleva al visitante inexorablemente a las costas de nuestro Mar Nummus, como un centinela, coronando un promontorio, aparece el perfil recortado del Castillo de Santa Croche , una fortificación medieval desde donde todavía hoy se siente el espíritu de los guerreros que un día protegieron un entorno desbordante de vida en el que el  río Guadalaviar se va acomodando al valle que ha ido excavando siglo a siglo con una voluntad de hierro, y nos regala un fértil estallido de colores ocres, verdes y rojos, y que cristaliza en un tapiz vegetal que atraviesa las pupilas y emociona.

Mar Nummus
Franquear la puerta de Mar Nummus es entrar directamente en el vientre del mayor depredador conocido, que además se puede contemplar a tamaño real en nuestra sede, estamos bajo las costillas de Liopleurodon, o lo que es lo mismo, nos aventuramos en las entrañas de un animal fantástico de dimensiones colosales que sembró el pánico en los mares de hace millones de años.

El visitante puede observar desde abajo sus costillas, sus músculos, sus tendones, la ejemplificación de un reino lleno de sorpresas en el que la cara que se le queda al visitante es como la que debió tener el Capitán Ahab ante el temible ataque de la mítica ballena blanca. Un recorrido a bordo de lo que parece una maquinaria inexpugnable, una suerte de Nautilus futurista que ha estado varado a 20.000 Leguas de viaje submarino y que sale a flote en el  siglo XXI en Albarracín. En estas instalaciones se recoge una extensa variedad de fósiles marinos jurásicos y de fósiles de animales terrestres, con un lugar destacado para una especie de ammonites única en el mundo, un molusco denominado por los científicos Albarracinites albarracinensis, además cuenta con un área singular dedicada a la gran importancia que tuvieron los cocodrilos durante el Jurásico Superior, que cabe recordar que fue una época convulsa en la Cuenca Ibérica debido a los intensos movimientos de la corteza terrestre que se produjeron, y así hoy, nombres como los de Frías de Albarracín, Griegos, Jabaloyas o Terriente se han convertido por derecho propio en los custodios milenarios de un legado paleontológico de un valor incalculable y que por suerte se pueden admirar en nuestras instalaciones.

Pero hay que seguir buscando, indagando en los secretos mejor guardados de la Sierra, y para eso ponemos los ojos en la brújula de la historia, dejamos atrás Albarracín por un túnel, al final del cual una luz cegadora nos deja en el corazón de la misma, y es aquí donde nos cercan los riscos con sus formas oníricas, y donde cuesta no imaginarse a los grandes lagartos marinos  haciendo escorzos en un indómito océano pretérito; pero hay que seguir hacia delante, y no cerrar los ojos a un entorno de una belleza palpitante, atravesar Albarracín y salir hacia lo más profundo de la sierra que lleva su nombre se convierte así en un viaje fabuloso.

Cascada Batida del Molino Viejo
Antes de llegar a la coqueta localidad de Calomarde, detenemos nuestro camino, el ruido es ensordecedor, un torrente de agua que parece una serpiente de piel acorazada que se desploma a borbotones sobre una superficie translúcida, creando una espuma de formas salvajes que burbujea desafiando la ley de la gravedad para luego volver a ser un acogedor remanso de paz, es el río Blanco, y estamos en la Cascada Batida del Molino Viejo. Nos recibe una atmósfera envolvente, cavernosa, como de cuento de hadas; y si ponemos en marcha la maquinaria de la fantasía tal vez incluso podamos soñar con James Barrie describiendo a un  Peter Pan en este “Nunca Jamás” turolense. Un acceso cómodo para admirarla en toda su dimensión, un salto muy hermoso que incluso en algunas ocasiones se ha llegado a helar creando un conjunto escultórico nacarado de una enorme belleza.

Ruta del Barranco de la Hoz de Calomarde
Y sin dejar la preciosa localidad de Calomarde y llevados por el Síndrome de Sthendal, se puede acceder a un ruta senderista en la que las emociones cincelan un valle abrupto. El arranque lo marca la imponente aguja pétrea conocida como el Moricacho, desde donde se suceden elevaciones en las que la majestuosa verticalidad de las paredes rocosas se ve acompañada del hipnótico cauce del Río Blanco, o Río de la Fuente del Berro, y para facilitar nuestro itinerario podemos seguir la guía que marca la corriente sinuosa de sus aguas cristalinas que perfilan como pocos lugares en el mundo una sucesión de violentas elevaciones que atrapan al viajero en su preciosa tela de araña geológica. En definitiva, un sendero que tiene una distancia asequible de un poquito más de 5 kilómetros hasta el conocido como Molino de las Pisadas ya en desuso, y que incluso ofrece la posibilidad de prolongarse hasta la localidad de Frías de Albarracín, con una medio natural que cautiva y sorprende, un equipamiento que se mimetiza con el paisaje y hace muy cómodo el paseo y con un rincón asombroso por encima de todos, el Puente de la Toba, para no perdérselo.

Pinturas rupestres
Cambiando de trayecto, a escasos kilómetros de Albarracín y siguiendo la carretera que conduce hacia Bezas, por donde podemos intuir que se movían a sus anchas ammonites, nautilus, cocodrilos y los grandes reptiles marinos, hoy se puede visitar uno de los enclaves históricos más populares de todos los que ofrece la Sierra de Albarracín. Una serie de abrigos que se asoman al tiempo atesorando una colección de maravillosas joyas de Arte Levantino al aire libre.  Una manifestación artística de las de mayor prestigio de toda la península, trazos minimalistas de un arte puro que nos acerca a las sociedades cazadoras-recolectoras primitivas que conectaban con la naturaleza y brindaban su talento a través de estas manifestaciones. Así aparecen hombres danzando, toros, ciervos, caballos…una sinfonía impactante que nos vincula directamente con lo más ignoto de nosotros mismos. 


Al final y después de este recorrido en el que hemos buceado en los tesoros marinos del pasado en el entorno de Albarracín, podemos abrir el cofre y decir que la frase de Konstantin Kavafis era cierta: “Cuando inicies tu viaje a Ítaca, /ruega que el camino sea largo, /lleno de aventuras, lleno de conocimiento”. Y después de todo, finalizada esta travesía en el tiempo, podemos decir que así ha sido.
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